Columna de:

Manuel Díaz Glaves

Gestor y curador en Galería Suyai TV

Columna de opinión

Manuel Díaz Glaves

Gestor y curador en Galería Suyai TV

El absurdo prestigio de publicar para existir, el arte de publicar para nadie.

Por Manuel Díaz Glaves, 24/11/2025

En el panorama académico contemporáneo, publicar es sinónimo de existir. No publicar es desaparecer. En el caso de las artes, esta lógica adquiere tintes casi surrealistas: los artistas-investigadores, antes ocupados en la búsqueda de nuevas formas de expresión o reflexión estética, se ven hoy obligados a transformar su práctica en un lenguaje cifrado de metodologías, marcos teóricos y referencias en formato APA. La consigna es clara, un mural ya no es un mural, sino “una práctica relacional decolonial situada en el territorio”; una performance se convierte en “dispositivo político de reconfiguración epistémica del cuerpo”. Lo curioso es que mientras más ininteligible sea el texto, más académico parece. Bourdieu (1999) lo advirtió hace décadas, aunque el resultado muchas veces sea un cúmulo de textos herméticamente sellados, destinados a ser leídos —si acaso— por el evaluador anónimo de turno, en doble ciego. Nada en contra de la reflexión crítica —que es indispensable—, pero cuando el discurso suplanta la obra, el arte se convierte en un simple pretexto para la producción textual mirándose a sí mismo.

La situación se agrava cuando consideramos los sesgos de las revistas “de prestigio”. Numerosos estudios (López, 2020; Ahmed, 2012) han demostrado que las publicaciones científicas operan bajo criterios de selección profundamente eurocéntricos, patriarcales y clasistas. En otras palabras, el conocimiento válido sigue hablándose en inglés, preferentemente desde el norte global, y con la estructura de un “paper correcto”. El arte latinoamericano, por ejemplo, debe justificar su existencia a través de conceptos importados o traducidos y siempre “en diálogo con” 

El resultado de este sistema es un círculo vicioso: los académicos producen textos para ser evaluados por otros académicos que, a su vez, publican para mantener su propia legitimidad. La creación genuina, la investigación situada y las experiencias pedagógicas quedan subordinadas a la métrica del factor de impacto. Como ironiza Bruno Latour (2004), la ciencia moderna “no necesita convencer a las masas, sino a los revisores”. En el arte, esto se traduce en la paradoja de artistas escribiendo sobre arte que no hacen, para revistas que ellos mismos leen, con el fin de conservar un lugar en una academia que se debate entre la burocracia y la auto celebración. Y es aquí donde uno se puede preguntar entonces, ¿dónde queda la ciencia abierta, el conocimiento libre, el acceso a la información y la posibilidad de producir nuevo conocimiento de manera genuina? 

Tal vez ha llegado el momento de repensar esta lógica. No se trata de renegar del rigor, sino de recuperar el sentido. El arte, como la educación no pueden reducirse a indicadores. Su valor reside en su capacidad de transformar, incomodar y proponer otras formas de mirar el mundo. Quizás, en lugar de seguir indexando la creatividad, deberíamos empezar a desindexar las ideas para que todo el mundo las vea. 

Referencias

  • Ahmed, S. (2012). On Being Included: Racism and Diversity in Institutional Life. Duke University Press.
  • Bourdieu, P. (1999). La dominación masculina. Anagrama.
  • Latour, B. (2004). Políticas de la naturaleza. RBA.

López, M. (2020). “Sesgos epistemológicos en la producción científica latinoamericana.” Revista de Estudios Críticos, 15(2), 45–58.

Esta columna se publica como un aporte al debate y el intercambio democratico de ideas.
Quien la firma no es parte del equipo de trabajo en Suyai TV ni recibe remuneracion por ello.
Las propuestas de columnas se reciben en el correo suyaitv@suyaitv.cl